miércoles, 14 de marzo de 2007

Evaluaciones , justicia y objetividad.
(fragmento extractado de “¿Quién enseña a evaluar?
y ¿Para qué sirve?” de Jorge Apel)


En el momento de la evaluación el docente trata de ser justo y además de ser objetivo. Estos dos sentimientos tienen que ver con el deseo de poner a todos sus alumnos bajo la misma vara.
Como todo ser humano frente a otros seres humanos, el docente tiene preferencias y rechazos. El deseo de ser justo defiende al grupo de alumnos frente a las emociones del docente y al docente de sí mismo, del riesgo de salirse de su rol. Esto indica que la pretensión de objetividad es irrealizable.
En general el docente tiene una idea de lo que significa ser objetivo. Según su formación tiene una idea positivista de la objetividad. Cree que existen (o podrían existir ) medidas seguras , cuantificables, que podrían, por lo menos en el campo del conocimiento, darle un índice irrefutable.
Reconoce que otros items (aplicación, voluntad, colaboración) es imposible cuantificar.
El deseo de justicia hace entender que una nota en la prueba no puede “pasar” al boletín igual para todos, pues la obtención del mismo resultado fue para Juan fruto del esfuerzo y para Pedro, de la falta del mismo. El deseo de justicia se contrapone con un ideal de objetividad que proviene del objeto sin proceso y del sujeto sin historia. En el caso anterior , no le puede poner lo mismo a Pedro que a Juan pese a que la prueba “diga” que hay que “ponerle” lo mismo.
El deseo de “objetividad” entendido como un proceso que termina en un número o en una observación, o en una producción que cualquier otro docente puede repetir con el mismo resultado , hace imposible satisfacer el deseo de “justicia”.